Anillos y alianzas

Regalar alianzas, es una costumbre que viene desde muy antiguo. Como casi todos los ritos católicos o cristianos, tienen un origen antiguo y pagano, que se adoptó y modificó a las costumbres de la iglesia.

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Anillos / Alianzas de boda

Se sabe que antiguamente el rito de las alianzas era un poco más místico que el simple hecho de intercambiar una joya más o menos valiosa: era un método para que el alma o espíritu de la esposa o el marido no abandonase a su cónyuge. Se tiene constancia histórica de usos de joyas de alianza en culturas tan antiguas como la egipcia.

Con el tiempo, la cultura romana, que fue la base donde se desarrolló el catolicismo, adoptó también esta costumbre, siendo habitual el uso de anillos de hierro entre la plebe, y de oro entre la nobleza romana.

Actualmente, en el rito católico, existe también el anillo de compromiso, que se debe regalar antes de la boda, de hecho, sirve para afirmar la promesa de boda entre los enamorados, y formalizar así un deseo mutuo para compartir el resto de la vida juntos.

Un buen anillo de compromiso, demuestra además el poder económico del futuro marido, lo que tranquiliza a la familia de la futura esposa, pensando que podrá cuidar de su hija en el futuro y augurándole un buen porvenir. Suele ser un anillo de oro con diamantes, que al ser materiales nobles y puros, realza la creencia de que el amor será igual de poderoso y sincero.

anillos-y-alianzas-03Anillos y Alianzas de boda que conservan su aspecto original aun con el paso del tiempo

El anillo se debe poner en el dedo anular, conectado por la creencia popular con el corazón, símbolo del amor. En algunas zonas es costumbre llevar el anillo lo en la mano izquierda y en otras en la derecha, cambiando de mano cuando el anillo de compromiso se renueva por el de la alianza de boda.

Una vez se ha colocada la alianza de boda en el dedo anular del cónyuge, no se debe sacar nunca más, ya que se cree que la alianza se corresponde con el amor del marido o la mujer, y el hecho de deshacerse de él, aunque sea momentáneamente, es un riesgo que no se debe correr.